Ante todo, como estamos siempre comprometidos con tenerles a Uds. , asiduos y sufridos lectores, la primicia de todo lo que sucede en el mundo del espectáculo, decidimos ponernos a esperar a las estrellas afuera del antro, dispuestos a agarrarnos a mordidas con los paparazzi con tal de que nos hicieran aunque sea una canchita. Supusimos que después de nuestro… eh… reportaje sobre la prostitución, pues los fotógrafos de chismes serían pan comido comparado con las muchachas panorámicas (muchos saludos, Jeanette) de nuestra juventud empobrecida, digo, reportaje investigativo.
Ya llevábamos como tres horas esperando con nuestra poderosa Kodak de 2 megapíxeles en la esquina de Hollywood y Vine cuando por fin hizo su aparición la primera celebridad. No lo podíamos creer, nada más y nada menos que la estrella de una de las películas más legendarias de todos los tiempos, una leyenda para millones de fans, que hace menos de 3 veranos rompió todos los récords de taquilla… Así es, señoras y señoritas, nada más y nada menos que Darth Vader caminaba hacia nosotros.
En seguida le caímos encima, esperando que se subiera a una limusina y nos diera un rápido flashazo que demostrara que no traía calzones o algo que pudiera representar una primicia. Al principio incluso sacó su sable de luz y posó un par de veces con él. No pudimos sino agradecer el haber llegado ahí antes que nadie, ya que no se veía ni huella de los paparazzi. Supusimos que ahora que Linday Lohan estaba en rehabilitación y Paris Hilton entambada, pues todos estarían dispersos, dejando el resto de las estrella libres para nosotros.
Pero no. Resulta que Darth Vader venía del lado más oscuro de la Fuerza, porque después de posar para las fotos nos empezó a pedir dinero. Nosotros le dijimos que era política de Zero Cola, y en realidad de Felicity Enterprises el no pagar por exclusivas ni pactar entrevistas, sin embargo le ofrecimos comprarle una Corona porque eso no se le niega a nadie. Para nuestra sorpresa, el caballero Sith accedió y en menos que les contamos, ya estábamos cheliando afuera de un Seven Eleven.
Al parecer, es muy difícil encontrar trabajo de actor una vez que has tenido tanto éxito haciendo un papel. Lord Varder nos contaba que no ha tenido trabajo de actor en algunos años (ya andaría medio pedo porque La Venganza del Sith salió hace bien poquito). El caso es que ahora se ha visto reducido a vivir de las propinas que le dan los turistas por sacarse fotos con él junto con Gandalf, que al parecer también anda medio mal económicamente.
Le preguntamos por qué no utilizaba sus conocimientos de robótica para construirse un androide que lo representara y le consiguiera más chamba, así como había construido a C-3PO. Se nos quedó mirando medio feo así que decidimos concluir la entrevista y dejarlo por la paz.
Seguimos caminando por Hollywood Boulevard y de repente vimos la facha inconfundible de Samuel L. Jackson. Lo reconocimos principalmente porque llevaba la misma ropa que utilizó en Pulp Fiction y porque estaba en la pose de su famoso sermón de Ezekiel 25:17 y sosteniendo lo que parecía ser un arma, pero que estábamos seguros sería solamente su Blackberry. Nos acercamos lentamente, no fuera que se fuera a asustar y huyera despavorido. O bien que lo que sostenía no fuera una Blackberry y NOSOTROS tuviéramos que huir. Cuando nos acercamos lo suficiente, le pedimos una entrevista o una fotografía, pero suponemos que estaba de mal humor, ya que no nos contestó. Vamos, ni siquiera se movió. Después de insistirle un par de veces más, decidimos que seguramente estaría esperando a su mujer e hijos para visitar el Museo de cera de Madame Tussaud y no estaba de humor para reporteros, así que lo dejamos que esperara a la entrada del museo en paz.
Con suerte tan agria, a punto estuvimos de rendirnos a la idea de que no encontraríamos a ninguna celebridad en Hollywood, hasta que un señor muy amable llamado Cranky nos hizo favor de indicarnos en un mapa dónde vivían las estrellas. Le dimos los últimos 50 dólares que nos quedaban y partimos en busca de alguna nota escandalosa o jugosa que ofrecerles a ustedes, nuestros lectores.
Lamentablemente, un segundo vistazo al mapa, nos revela que la ubicación de muchas de las casas de las estrella se encontraban a muchos kilómetros de donde nos encontrábamos, en las colinas, que aunque sí alcanzábamos a ver, quedaban hasta casaelá, y como el metro de Los Angeles sólo lleva de un extremo del Boulevard al otro, nos lanzamos en un democrático autobús hacia el barrio de Beverly Hills.
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